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Cuento corto: El mejor arquero del mundo

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Pico de hierro
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Nan-Yu era el hijo de un acaudalado comerciante, en la antigua china imperial. Desde pequeño le apasionó el arte del tiro con arco, y en él se volcó durante toda su joven vida. Gracias a la fortuna de su padre, recibió clases de los más importantes y famosos maestros del tiro con arco, hasta que fue considerado como el mejor arquero de toda China.

En su veinteavo cumpleaños, supo por medio de un viajero que llegó a su ciudad, que muy al norte vivía un venerable gran maestro del tiro con arco ya retirado llamado Sam-Pao. Tenía fama de haber enseñado a los más grandes arqueros chinos, cuyas proezas e historias eran leyenda. Esperanzado de poder aprender más y ser aún mejor en su amado arte, lo dejó todo e inició el camino para buscar al gran maestro.

Tras mucho tiempo buscando en todos los pueblos y aldeas del norte de China, averiguó que Sam-Pao vivía en un desolado altiplano, lejos de la gente y entregado a la meditación. Decidido, llegó hasta su humilde casa, donde le suplicó que lo aceptara como discípulo. Sam-Pao era ya viejo. Sentía que su vida tocaba a su fin y quería trasmitir su habilidad, aunque nunca había encontrado a nadie digno de ella. Pidió a Nan-Yu que tirara con su arco, y este se apresuró a obedecerlo. Con movimientos exquisitos puso una flecha en el arco, apuntó a una bandada de patos que sobrevolaban aquel lugar, muy alto en el cielo, y disparó... tras unos segundos, durante los cuales se oyó el silbido de su saeta, un pato detuvo su vuelo y cayó muerto a tierra.

- Te tomo como alumno - dijo Sam-Pao -. Siéntate ahí donde estás y fija tu mirada en el centro de aquella gran roca. Cuando no necesites parpadear durante una hora, llámame.

Nan-Yu así lo hizo, pensando que tenía que pasar aquella dura prueba para que Sam-Pao aceptara ser su maestro. Tardó 1 año en lograr no tener que parpadear durante una hora. Llamó, entonces, contento a su maestro y se lo dijo.

- Ahora, vuelve a posar tu mirada intensamente en el mismo punto - le dijo Sam-Pao -. Cuando logres tal concentración que durante todo un día nada pueda perturbar tu mirada, llámame.

Nan-Yu, extrañado por las peticiones de su maestro que tan alejadas estaban del noble arte del tiro con arco, tardó 2 años en lograr que ni el viento, ni la lluvia, ni el hambre, ni la sed, ni el sueño, ni el cansancio, perturbaran su concentrada mirada durante todo un día. Entonces, llamó a Sam-Pao y se lo dijo.

- Ahora, vuelve a mirar fijamente en el mismo punto - ordenó Sam-Pao -. Cuando logres perforar un milímetro la piedra sólo con tu mirada, llámame.

Nan-Yu, desilusionado ante aquella misión imposible, obedeció a su maestro, esperanzado que sólo fuera una broma, o una prueba antes de empezar realmente con el verdadero aprendizaje. Aún así, lo intentó con toda su alma, como muestra de respeto al gran maestro. Tras 3 años de intenso y desesperado trabajo, un día muy parecido al día en que conoció al gran maestro, se acercó a la roca y observó que en el punto donde él siempre fijaba su mirada había un pequeño orificio de apenas un milímetro. Loco de alegría llamó a Sam-Pao y se lo dijo.

- Veamos ahora si estás preparado - le dijo Sam-pao -. Vuelve a mostrarme tu pericia con el arco.

Nan-Yu, deseó que tras tantos años, su habilidad no hubiera mermado. Ansiaba con toda su alma empezar de una vez las clases de tiro con arco. Al igual que la última vez, puso una flecha en su arco, lo tensó, apuntó a una bandada de patos que sobrevolaban aquel lugar, muy alto en el cielo, fijó su mirada en uno de ellos y, como en la otra ocasión, también cayó un pato muerto a tierra.

- Felicidades, discípulo – dijo Sam-Pao -. Ya eres el mejor arquero del mundo.

Sam-Pao, se marchó sonriente a su casa, lentamente, en silencio. Nan-Yu, boquiabierto, paralizado por el asombro, consternado como nunca en su vida miraba su arco… y a la flecha que aún seguía en él.

FIN
"El propósito de la vida... es una vida con propósito."
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